«Mi mayor satisfacción es ayudar a la gente y que sientan que alguien está con ellos»

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La vida de Galia Goya siempre ha estado marcada por su deseo de ayudar a los demás. Ella no sabe explicar de dónde le viene ese espíritu filantrópico, pero cuenta que ya desde secundaria organizaba programas de educación y actividades culturales y sociales para apoyar a las comunidades de escasos recursos que vivían cerca de su escuela.Captura de pantalla 2016-06-20 a las 10.56.31

No satisfecha con esto, desde los 17 años se ha venido desempeñando como animadora de Colonias de Vacaciones, una institución de asistencia privada que lleva a niños de barrios pobres de la ciudad a pasar una semana en el campo.

La elección de su carrera también estuvo marcada por ese interés en tener una incidencia social. Primero ingresó a Relaciones Internacionales, pero luego decidió cambiarse a Derecho para, de inmediato, comenzar a trabajar en el despacho de Asesoría Jurídica Gratuita del ITAM (hoy Centro de Acceso a la Justicia), en una área nueva: la asesoría penal a indígenas. A la par, estuvo trabajando durante año y medio en el grupo de indígenas de Amnistía Internacional, en donde daba cursos y organizaba campañas para difundir sus derechos.

En Asesoría Jurídica Gratuita trabajó cerca de tres años, pasando por casi todos los cargos: asesora de penal, coordinadora del área penal y coordinadora general de todas las áreas. Ahí vivió a fondo la tragedia y el abandono de uno de los grupos más marginados del país.

-¿Cómo fue esa experiencia de ayuda a la población indígena?

Con otra estudiante de Derecho, Marta Villarreal, empezamos a brindar asesoría penal a indígenas en los tres reclusorios y la penitenciaría del D.F.

Lo que más me impactaba eran las condiciones en que vivían y la angustia de la gente. Trabajas en casos de una injusticia aterradora: indígenas que no conocían el D.F. y eran aprehendidos apenas llegaban a la ciudad, simplemente porque los veían perdidos; el desorden de los expedientes era impresionante; nos encontramos con un indígena que no sabía por qué estaba detenido, ni siquiera hablaba español y tuvimos que contactar un traductor para explicarle que tenía un proceso en su contra por determinado delito porque, de plano, no tenía idea. Además, es una población que es víctima de la violencia y el abuso de los otros reclusos.

Todo esto te impacta mucho; sentir la desesperación de esta gente que te ve llegar a ayudarlos y te miran como diciendo: «¡No te vayas, sácame de aquí!».

-¿Qué es lo más satisfactorio de todo este trabajo?

Que la gente te vea como una esperanza; la cara de tranquilidad que ponen cuando te ven llegar, como diciendo: «Alguien está conmigo».

-¿Cuál ha sido el apoyo del ITAM a tus labores altruistas?

El apoyo del ITAM al despacho de Asesoría Jurídica Gratuita, primero, y al Centro de Acceso a la Justicia, después, ha sido una llave perfecta para hacer lo que quería. El instituto no sólo nos proporcionó instalaciones sino que después nos ayudó con ciertos gastos, con sueldos para los asesores, con el apoyo de los docentes, y todo eso generó que se creara este centro para población de escasos recursos y para la propia práctica de los estudiantes de Derecho.

-Además de todas estas actividades, ¿tienes tiempo para otras cosas?

Sí, desde hace como cuatro meses dejé el Centro y entré a trabajar en un despacho penal normal porque me di cuenta de todo lo que me faltaba aprender para ayudar a la gente. Además, juego fútbol, basquetbol y tengo tiempo para mi vida social.

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