Cuando la guerra no tiene nombre, los muertos tampoco existen
29 de marzo de 2017
La obra Narrativas interdisciplinarias sobre desaparición de personas en México de Alejandro Vélez, profesor de asignatura del ITAM, arroja una serie de crudas reflexiones sobre la situación de violencia que atraviesa la república.
No es un secreto para nadie que el país está en guerra: un conflicto irregular, violento y difuso que es, a la vez, un proceso doloroso y complejo. Doloroso, porque la profunda debilidad institucional inhibe toda posibilidad de justicia y seguridad para las víctimas. Complejo, porque este desamparo legal acelera el desgaste del tejido social en las comunidades afectadas. Y aunque no sea ningún secreto la espiral de muerte que azota México, nuestra cotidianidad se basa en la ignorancia selectiva o voluntaria sobre lo que pasa alrededor nuestro. En parte, asume Vélez, este olvido funciona como un mecanismo de subsistencia o normalización para sobrellevar la cotidiana violencia.
Más allá del nombre que le demos al conflicto, el problema radica en la reticencia a reconocer el proceso que estamos viviendo. Sin embargo, para este académico, el peor de estos fenómenos -el más invisibilizado e incomprendido- es la desaparición forzada. De ahí la importancia y el valor de este trabajo de Alejandro Vélez pues provee no una sino cuatro narrativas para entender el fenómeno.
Las cuatro narrativas que menciona Vélez son la histórica, la jurídica, la psicosocial y la forense. Como bien señala el autor, en la narrativa psicosocial el desaparecido ocupa un lugar nominal entre la vida y la muerte, y esto dificulta su inserción en la memoria colectiva, mientras se reduce su potencial para articular reclamos de justicia.

Mientras no tipifiquemos y no construyamos jurídicamente la figura del desaparecido, afirma Vélez, no habrá responsabilidades públicas. Muchos casos de desaparición forzada son procesados en México como extravíos o secuestros, con lo cual no solo se oscurece solamente el carácter sistemático de esta violación sino también la responsabilidad del Estado y la dimensión política de tales actos. Es una tarea pendiente que el Estado mexicano tiene que resolver.
De ahí la importancia de nombrar el fenómeno a partir de estas narrativas. De otra forma, el vendaval de muerte que azota México no podrá ser comprendido. Eso no significa que el lenguaje sea capaz de resolver, por sí mismo, tan terrible fenómeno, pero puede ser el primer peldaño conceptual para dar voz, forma y cuerpo a esa esfera del terror que Alejandro Vélez resume en una palabra: catástrofe.